domingo, 15 de febrero de 2009

Amar hoy????


El amor es innato al ser humano, nace junto con él, no puede desprenderse de él, pero no ha sido siempre como se lo conoce hoy (o ¿si?)
Existen variadas formas de concebir y nominar al amor (amor renacentista, romántico, cortés, burgués) y todas están condicionadas por las relaciones sociales y las fuerzas productivas, es decir por la forma de producir y la forma de apropiación de lo producido.
En la antigüedad durante el esclavismo, con el aparecimiento de las clases sociales, de la propiedad privada y del patriarcado, la concepción del amor se desarrollo en función de esas nociones, en la relación hombre-mujer, la mujer era un objeto que pertenecía al hombre, tuvo que subyugarse, dependía completamente de él, si la sociedad estaba completamente dominada por hombres, por ende la relación de pareja también giraba en torno al bienestar del hombre.
Se ha configurado una concepción que se ajusta con la “dicotomía sujeto-objeto, asignándole a cada género una particular correspondencia con cada miembro de tal dicotomía. Así, a la mujer se le identifica con el objeto y al hombre con el sujeto, por lo cual en la relación amorosa se pretende reproducir el esquema que da mayor importancia al hombre, en tanto sujeto, y resta importancia a la mujer, en tanto objeto.”[1]
Con el pasó del tiempo las sociedades han seguido cambiando, evolucionando, pero el patriarcado y la dicotomía se mantiene, durante el Romanticismo, la mujer fue vista como un ser idealizado, sublime, casi perfecto que el hombre debía proteger y cuidar; ella ya no era un simple objeto sino un objeto delicado que seguía dependiendo del cuidado de otros. En la práctica, era perfecta en la medida que se encargaba de los oficios propios de las mujeres (cocinar, lavar, planchar) y se mantenía linda, el amor tuvo un carácter platónico, no era real.
Desde el comienzo mismo de la historia el amor no ha variado mucho, se ha mantenido como una forma de dominación de sumisión, de despersonalización, es enajenante, ha evolucionado en medida justa y exacta que los requerimientos sociales lo demandan, por ejemplo antes del Renacimiento el matrimonio y el amor estaban completamente desligados, el primero era una mera transacción comercial por la dote, era normal el matrimonio entre personas de diferentes edades. Enrique VIII fue la primera figura histórica en mezclar el amor y el matrimonio cuando conoció a Ana Bolena. A partir de entonces, comienza una corriente para unir el amor y el matrimonio.
Luego con el capitalismo esta tendencia de unir amor y matrimonio debía ser conservada, el amor dentro del capitalismo es igual que en todos, una forma de control y dominio, a las personas y a los pueblos; la ligazón que tienen con el matrimonio radica esencialmente que a través de esta forma de contrato y por consiguiente de la familia es más fácil la reproducción de las formas de explotación y del ejercito de reserva. Se mantiene y asegura la perpetuación del sistema capitalista.
Aún hoy se conservan rasgos renacentistas en el amor; los medios difunden la imagen de la mujer sutil, tierna e incluso indefensa que al entregar su amor se siente segura y acompañada, pero lo suficientemente frágil para luchar solo por ese amor y por su “felicidad”, aunque sea individual.
Esa felicidad, el amor se traduce en consumo, se crean días como el del amor y la amistad cuyo objetivo es “reafirmar el sentimiento”, en los que se compra objetos superfluos, banales y sin sentido, de nuevo la concepción de amor se ha deformado dependiendo del contexto, hoy se lo ha comercializado.
Existe un amor que va más allá del consumo, de la entrega ciega y desmedida a un sujeto, nada egoísta, es un amor más que a una persona a una causa, aquel que sintieron, expresaron, por el que lucharon y del que escribieron: Che Guevara, Fidel, Gabriela Mistral, Nela Martínez, Manuela Saénz, Pablo Neruda, Mario Benedetti y muchos más, aquel amor que piensa parafraseando a uno de ellos, en la humanidad, en la desdicha del proletariado, en combatir la miseria, la injusticia, la explotación de los hombres, de los proletarios, de los campesinos, que piensa una felicidad construida desde y para todos.
Ese amor es el más puro, el amor revolucionario, el amor comunista.


[1]Edith Gutiérrez Cruz, Patriarcal del amor, tomado
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