viernes, 2 de septiembre de 2011

MUJER Y CAPITAL

Partiendo del reconocimiento explicito del marxismo dentro del análisis relacional de la mujer y el capital podremos categorizar la inserción de la mujer en el proceso colectivo de producción material que ha dado como resultado un paso cuantitativo hacia la transgresión histórica en sus roles sociales impuestos y encapsulados en la esfera privada.

En términos generales la producción de seres humanos y de sus medios de existencia se efectúa en el proceso de producción y reproducción de vida inmediata, hoy la lógica capitalista supone que la producción es nada más producción de plusvalor para el capitalista esgrimiendo la autovalorización del capital mediante la apropiación del trabajo del obrero u obrera.

La opresión patriarcal y la explotación capitalista ha pretendido encerrar en la cualidad de “natural” toda actividad realizada por las mujeres en su espacio; en primera instancia tenemos la división sexual del trabajo afirmada por lo que mencionábamos como reproducción de los seres humanos no sólo en su vida biológica sino en la formación social básica acorde con el sistema y su lógica de vida, esta actividad ha sido conferida históricamente a la esfera privada de la familia individual problematizada por la propiedad privada. El predominio del hombre en la familia como el único económicamente activo hizo que ella se subsumiese a un trabajo doméstico realizado para satisfacer necesidades individuales entendidas como valores de uso y es a través de este orden familiar burgués donde los capitalistas se apropian gratuitamente de éste valor de uso -trabajo doméstico – por lo que se presume que este trabajo no sucumbe en la explotación directa ya que no es producción para intercambio, no es mercancía cuyo fin es crear plusvalor que autovalorice el capital[1] sino es trabajo que satisface necesidades básicas . Afirmamos así que el carácter socialmente importante del trabajo doméstico es una necesidad para el capital en cuanto a la conservación y reproducción de la clase obrera.

Sin duda el desarrollo de las fuerzas productivas ha favorecido a la mujer en tanto condición para la emancipación de las tareas embrutecedoras a las que es sometida la mujer: quehaceres de cocina, tejido, limpieza, etc.; ya que la industria ha creado nuevos mecanismos que hacen que gran parte de estas actividades sean innecesarias pero así mismo ha demandado fuerza de trabajo que ingresen al gran ejército de asalariados explotados que nos lleva a la cruenta incapacidad sistémica de colectivizar el acceso a los medios de producción y sus beneficios.

La fuerza de trabajo de la mujer no está ilimitadamente sometida a la explotación dentro del círculo de producción formal puesto que debe aún resguardarlo para la reproducción de criaturas que pasaran al mercado como entes domesticados ética y culturalmente razón por la cual el trabajo asalariado de la mujer no está valorado como trabajo que sustente la vida de sí misma independientemente sino como complemento del ingreso de su marido lo que ha desembocado en una devaluación de los salarios reales de la clase obrera. Teóricas marxistas sugieren que las mujeres que recibieran un salario por el trabajo doméstico serían capaces de organizar este trabajo doméstico colectivamente, atendiendo de forma comunitaria al cuidado de los niños, la preparación de la comida, etcétera.

Por otro lado la dinámica cíclica del funcionamiento del capital creó la necesidad de insertar al mercado laboral a especialistas calificados quienes eran mejor remunerados que los técnicos simples, esto provocó que un círculo de mujeres un se integrara al mercado mostrando las capacidades intelectuales propias lo cual enfrentaba al sexismo aunque impulsara el ascenso hacia una forma de vida pequeño – burguesa que atentaba y atenta contra el movimiento obrero mundial.

Tan efímera resultó esta oportunidad vista desde la perspectiva de quienes creyeron hallar la igualdad de condiciones que de pronto se hicieron notorias las contradicciones del sistema capitalista y sus insuperables crisis desenfrenadas en el orden familiar burgués desde sus sostenibilidad económica hasta las crisis morales y afectivas de las nuevas generaciones , el reclamo por la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer no podían ser abolidos dada la desigualdad objetiva pues si bien es cierto en el capitalismo un minoritario número de trabajadoras pudo acceder a la profesionalización y esto fue fruto de la forma funcionalista y discrminatoria del capitalista para “formar” a la mujer quien ha estado siempre desfavorecida en el proceso de calificación inalcanzable para ellas por la mala formación técnico –científica aún encerrada en el sector masculino.

El fracaso de la compatibilidad entre el trabajo y la familia dada por el capitalismo dio prueba fehaciente de la imposibilidad para administrar el hogar por estar este encerrado en una esfera privada donde el Estado y menos la empresa privada podría intervenir (propuesta de feministas liberales) ni hacerse cargo de su mantenimiento; la creación las guarderías, comedores, el contrato de personas que cuidan y hacen el aseo en las casas etc. y la ilusión de tecnificación fue un factor para la productividad y el aumento del costo general de la vida de la familia obrera. Además se visualizaban más problemas como el divorcio y el deterioro de la tasa de mortalidad infantil insertas hasta hoy como indicadores en la modernización de países desarrollados.

Con esto el feminismo pequeño burgués que hacía del hombre como enemigo primordial y la lucha de género como la relación social prioritaria, desdibujaba un análisis donde se requería el elemento de la situación económica y la resultante explotación para comprender la profundidad de la cuestión de la mujer. La doble explotación de la mujer es innegable al hacer una “doble jornada”, la mujer seguiría suministrando trabajo doméstico al capital gratuitamente al mismo tiempo que trabajo asalariado[2].

Es por esto que las reivindicaciones femeninas no se quedan en simples reformas que perpetúan en el poder a la clase explotadora. La lucha de las mujeres hace sitio en la revolución ya que nos ha convertido a las mujeres en productoras de plusvalor y, por consiguiente, en parte de la clase trabajadora. Esto legitima la actividad política de la mujer y el carácter revolucionario de la lucha por el socialismo configurado como un proyecto que logra articular la lucha contenida contra la dominación del capital y la construcción de relaciones de complementariedad y cooperación que multidimensionado en todas las relaciones sociales creará otro mundo posible.


[1] Stephan Engel- Mónika Gartner. Nuevas perspectivas para la liberación de la mujer. Ed. el perro y la rana.Caracas.2010

[2] Heidi Hartmann. Un matrimonio mal avenido: hacia una unión más progresiva entre marxismo y feminismo. Versión pdf.

ALEXANDRA PORTERO NAVARRETE

JUVENTUD COMUNISTA DEL ECUADOR - PICHINCHA

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